Durante mi época
de estudiante, mis amigos y yo inventamos un juego llamado "el juego de la
banda sonora" que consistía en elegir la canción que mejor ‘acompañaba’ la
situación que estuvimos viviendo en un momento dado. Era un juego, sin fin ni
rumbo fijo, que seguía el ritmo de nuestras vidas cotidianas (y que nos servía de
distracción durante las épocas de exámenes) - no nos habría importado encontrar
a un hombre que fuera “Too Sexy For His Shirt” (Right Said Fred), por ejemplo,
y vivíamos con la esperanza de que algún día estaría “Raining Men” (The Weather
Girls), aunque, que yo recuerde, no ocurrió nunca.
Por muy tonto que
fuera el juego en sí, mirando hacia atrás, me parece que nos hizo más eclécticos
en nuestros gustos musicales y más conscientes de la ‘ironía musical’ (si tal cosa existe). Nos
hizo apreciar toques de genialidad musicales en las películas, por ejemplo. La egocéntrica
madre (Marisa Paredes) cantando "Piensa en mí" en "Tacones lejanos"
de Almodóvar. ¡El melodrama de aquella lágrima solitaria salpicando la tarima! ¡Nos
encantó!
En cierto modo,
hoy en día sigo jugando al juego de la banda sonora. Puede que ya no voy en
búsqueda de canciones aptas e ingeniosas para acompañar los sucesos de mi vida.
Pero sigo teniendo una apreciación real del impacto que una música adecuada
pueda tener en una película, por ejemplo - y considero que una buena elección
de la música es probablemente la parte más importante del proceso de desarrollar
material nuevo para nuestros talleres de teatro. Mi gusto en música sigue
siendo ecléctico y, cuando estoy preparando una obra de teatro, paso muchísimo
tiempo – auriculares puestos - escuchando la misma pieza musical, una y otra
vez.
Y esto me lleva a
una curiosa observación. ¡Los auriculares! Tal vez sea porque me puedo subir de
nuevo a un autobús (después de años empujando un carrito de bebé) o quizás es
por haber vuelto hace poco a la ciudad, pero de repente soy consciente que mires
donde mires todo el mundo - incluso las ancianitas
- usan los auriculares. Y lejos están los días de los aparentosos
artilugios – ahora los auriculares ya van discretamente enchufados al
bolsillo. Por lo tanto,
aunque pueda parecer que estamos todos viviendo nuestras vidas grises de la
ciudad, en realidad - sentados en el
autobús, mirando fijamente por la ventana – estamos todos disfrutando de
nuestra música - inmersos en nuestra propia banda sonora, por así decirlo.
Detrás de esas caras inexpresivas, ¿quién sabe las explosiones de reggae,
salsa, rock... o de Julio Iglesias que pueda haber?
Así que, mientras
la economía se desploma a nuevas profundidades y la tierra se calienta cada vez
más, creo que en este aspecto, la vida moderna se ha mejorada. Por increíble que
parezca, me atrevería a decir que los viajes en autobús… los atascos de
tráfico… incluso los paseos en el parque son ahora un poco más agradables,
gracias a la tecnología moderna - y la presencia de la música.
¿Podría ser que el juego de la banda sonora – aquel pasatiempo tonto, de hace tantos años - finalmente se ha hecho popular? ¡¿Podría haberse vuelto global?!
¿Podría ser que el juego de la banda sonora – aquel pasatiempo tonto, de hace tantos años - finalmente se ha hecho popular? ¡¿Podría haberse vuelto global?!
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